martes, 19 de mayo de 2009

Un cotidiano y largo regreso

Un cotidiano y largo regreso

Son las 5:00 de la tarde. Salgo de la universidad hacia mi casa y para ello tomo la ruta llamada Circular Sur 303, que es la que suelo utilizar diariamente. A pesar de que el bus está repleto –lo normal a esa hora-, veo una silla vacía y hacia ella me dirijo. Es de plástico blanca, muy dura e incómoda y el poco espacio que hay entre la que está adelante y la mía la hace aún más incómoda.

El cielo está gris y negro por todas partes, menos hacia el occidente. Por allí aún queda un vestigio de sol y un pedacito de cielo azul que logro ver a través de unas pocas nubes blancas.
Aunque afuera hace frío, dentro del vehículo la elevada temperatura es sofocante debido a la cantidad de gente que va en él y el aire se siente irrespirable. Sin embargo, ignoro esto y presto más atención a la música que ha puesto el conductor. Al principio suena una canción de Sting (el antiguo vocalista de la agrupación de rock inglesa The Police) y luego algunas otras baladas norteamericanas de los años ochenta. Unos momentos más tarde se escucha una canción de Coldplay, otra banda inglesa, pero más contemporánea. Este hecho llama mi atención porque este tipo de música no es la que generalmente se puede oír en un transporte público, que es casi siempre vallenato, salsa o popular.

A mi derecha hay un niño de unos 14 años, blanco y de pelo rubio muy rizado y corto. Seguramente viene de jugar futbol, pienso, al ver que viste de pantaloneta, tenis y una camiseta deportiva y por el fuerte olor a sudor que despide. Lleva una maleta de donde salen unos audífonos que van hasta sus oídos. El volumen al que tiene la música es tal que, a pesar del ruido del bus, de los pasajeros y de la calle, alcanzo a escuchar el sonido que sale de ellos. Con todo y el alto volumen el niño es vencido por el sueño y cabecea durante todo el recorrido.
Acabando de pasar el puente sobre la avenida Guayabal, aborda el bus un hombre bien vestido, de unos 30 años. Lleva camisa negra de botones, un pantalón negro también y una corbata. Después de acomodarse, inmediatamente entabla una conversación con otro pasajero que va de pie y que se encuentra a mi lado izquierdo. A pesar de que este último lleva un largo rato ahí parado, no le había prestado atención. Noté entonces que tiene puesta una pantaloneta, una camiseta y tenis y que también lleva un maletín –igual que el niño- . Al parecer eran viejos amigos, por la forma en que se saludaron. Después de intercambiar algunas palabras, se quedaron callados durante un rato. Hubo uno de esos silencios incómodos.`

-¿Entonces seguiste jugando? –Finalmente preguntó el hombre que iba bien vestido-; porque me gustaría pegármele, güevón.
-Claro hermano, todos los martes y los jueves por la noche –respondió el otro-; caiga cuando quiera.
-¡Uy, de una! Pero es que he tenido que camellar tanto…-añadió el primero.

En ese momento pasábamos frente a Campos de Paz. Una joven pelirroja, muy alta y de finos movimientos, pedía permiso tratando de abrirse camino entre la gente, para bajarse del carro. Se robaba todas las miradas, incluida la mía.

Me doy cuenta entonces de que aquellos dos hombres interrumpieron su charla y de cómo uno de ellos le sonríe a su amigo mientras asiente y señala a la muchacha y cómo también el otro mueve la cabeza con gesto de aprobación, lo que me causó risa. Pasado un rato, los dos se bajaron llegando al sector de La Mota. A esta altura del recorrido el bus ya venía más bien vacío.
Más adelante se sube un señor de baja estatura y con facciones bruscas; viste desaliñadamente y tenía puesto un arete en la oreja derecha. Llama mi atención de inmediato su fuerte olor a cigarrillo. Esto por supuesto me incomodó, pero debí soportarlo un largo rato sin poder hacer nada al respecto.

Llegando a la Clínica Las Américas, este personaje de desagradable olor se baja y el niño que estaba sentado a mi derecha se despierta de golpe, con tan mala suerte que hace que se caiga el i-pod donde estaba escuchando música, pero lo recoge rápido y se baja corriendo.
Detrás de mí está sentado un individuo que lleva largo rato discutiendo por celular con su novia acerca de si podrá llegar a tiempo o no a cierto lugar. Era fácil darse cuenta de ello, porque en el transporte ya no quedábamos casi pasajeros y todo estaba un poco más callado. Unas cuantas cuadras más adelante también él se baja.

Quedamos unas 10 personas en el autobús, todos muy separados unos de otros. Ya se puede respirar, no hace tanto calor. Como está más bien obscuro afuera, el chofer enciende la luz dentro del vehículo.

En la parada de buses que hay cerca al supermercado Consumo, ubicado en la carrera 80, se baja casi todo el resto de pasajeros quedando yo prácticamente solo. Unos 100 metros más adelante hay otra parada, pero está llena de personas haciendo fila para tomar el bus. Así que previendo ya lo que se me venía encima, abro mi morral, saco el reproductor de música, me pongo los audífonos, cierro los ojos y me dedico a tratar de disfrutar de lo que oigo y relajarme el resto del viaje, ansiando dejar todo este bullicio y desorden atrás y llegar a casa.


Daniel Valencia Yepes

Re-conociendo a Medellin



















Re-conociendo a Medellín

No fue un viernes como cualquiera. No hubo clase de seis de la mañana, como es usual, y en lugar de ello nuestro profesor de escritura nos llevó a visitar en la tarde uno de los lugares más tradicionales, representativos e históricos de nuestra ciudad. Hablo, por supuesto, del centro de Medellín.

Nuestro recorrido se inició en la antigua estación del Ferrocarril de Antioquia. Allí llamó mi atención de forma inmediata la belleza arquitectónica del lugar, el cual, a pesar de haberlo visitado en varias ocasiones y conocerlo bien, siempre tiene ese efecto sobre mí, además del atractivo que ejerce el saber que la historia del progreso de Antioquia se apoyó en esa monumental obra de ingeniería que es el ferrocarril. Es importante anotar que el ingeniero Francisco José Cisneros, cubano de nacimiento y colombiano de corazón, fue quien diseñó esta y muchas otras obras más de gran trascendencia para el desarrollo del departamento y de la nación.


Estando reunido el grupo al pie de la locomotora que es emblema del Ferrocarril de Antioquia, se nos acercó un señor de baja estatura y humilde en su apariencia, quien pasaba por ahí casualmente y al oír que alguien preguntaba por la edad de la locomotora, nos dio el dato (1944) y nos sorprendió gratamente al contarnos mucho más alrededor de la historia del ferrocarril; su actitud amable nos cautivó, al igual que lo hizo con nuestra atención. Esto nos recuerda de una manera tan clara y precisa que juzgamos a las personas por su apariencia, por la primera impresión que nos causa, sin considerar siquiera cuál clase de persona lleva por dentro. Elkin Álvarez Sánchez, el nombre de este amable personaje, el primero del grupo de personajes que encontramos en nuestra visita al centro y que sólo allí se halla.

Cruzamos hacia el Parque de las Luces, enfrente de La Alpujarra, parque que albergaba una feria del libro; allí, de pasada, vimos una amplia oferta de ejemplares tanto nuevos como antiguos y de todos los géneros.

Avanzando por Carabobo, saltan a la vista los tantos locales comerciales en donde se ofrecen artículos de cacharrería conjuntamente con alimentos, juguetes, cerámicas, ropa y un largo etcétera de cosas y cosas. Un actor callejero con su cara pintada de payaso, piropea a una de las compañeras con un comentario gracioso que la hace reaccionar con susto y risas al tiempo. Luego de hacer su interpretación con su chillona voz para todos los transeúntes, nos cuenta que lo hace para sobrevivir por hallarse desempleado actualmente.

Unos metros adelante, unos señores de avanzada edad tocan música con sus humildes y trajinados instrumentos para captar algunos pesos del público, situación que da tristeza porque evidencia la enorme pobreza que existe en un gran sector de la ciudad y lo que tienen que hacer tantas personas para sobrevivir cada día; tanto el payaso como los músicos son parte de la desigualdad social y la inmensa brecha entre ricos y pobres.

Nos trasladamos a la Carrera Bolívar y encontramos –por invitación del profesor-, al Salón Málaga, un lugar de gran tradición en la ciudad en el que se puede encontrar toda clase de colecciones: fotos antiguas, rockolas, una enorme colección de más de 7.000 discos de 78 rpm.(revoluciones por minuto), afiches autografiados de artistas que alguna vez visitaron la ciudad, además de tiple, guitarra y bandola, radios antiguos, unos tocadiscos hechos en Suiza e importados por la Universidad de Antioquia que los compró para su emisora. El dueño del lugar, don Gustavo Arteaga Ríos y su hijo, quien gerencia el Salón, nos recibieron cálidamente y nos contaron la historia del lugar, historia por demás muy interesante y que cuenta con el cariño de los amantes de la buena música. Supimos también, que ha recibido premios y reconocimientos como lugar de interés cultural e intelectual. Cabe mencionar que allí se reúnen en tertulias de diversa índole cultural muchos personajes de la vida nacional; para acudir a ellas y a las presentaciones cuotidianas de artistas locales –se prefiere el género del tango-, hay que hacer reservación con varios días de antelación porque los cupos se agotan rápidamente.



Luego de analizar con detenimiento todos los elementos hallados en la travesía por el centro de Medellin, descubrimos nuevas sensaciones, nuevos lugares que, por más que se haya visitado el Centro, no se han visto antes; la diversidad tanto cultural como social, esa mixtura de paisajes, personajes, sitios, texturas, olores y sabores, además del contexto comercial tanto formal como informal, nos trae una visión mucho más amplia de una ciudad que hay que vivir y entender desde todos los ángulos y orillas, no solo desde una perspectiva cómoda y personal.



Daniel Valencia Yepes

lunes, 13 de abril de 2009

miércoles, 8 de abril de 2009

Hasta hoy

La universidad: ese templo del conocimiento, lleno de gente dispuesta a aprender las más diversas materias, de experiencias nuevas y enriquecedoras, oportunidades, arte por doquier y miles de otras características, que encuentro fascinantes.

Desde que estaba en bachillerato, en especial durante los últimos dos años, no veía la hora de terminar mis estudios de secundaria y así poder empezar cuanto antes los universitarios. Por fin eso sucedió y heme aquí, ahora, escribiendo este texto.

Antes de entrar a la universidad quería estudiar para ser un comunicador audiovisual y para eso debí haber ingresado a otra alma mater totalmente distinta a la que me acoge ahora. Yo ya tenía muy decidido qué quería ser y además dónde lo quería hacer, pero por alguna razón decidí tomarme un tiempo y analizar con más detenimiento lo que en definitiva haría con mi vida. Fue entonces cuando después de mucho pensar, reflexionar, investigar en internet, visitar universidades, mirar los distintos programas que me ofrecía cada una y preguntar aquí y allá, decidí entrar a una universidad diferente a la que tenía en mente desde hace por lo menos dos años, y más aún, a una carrera diferente también a la que había escogido en un principio; ahora no estudiaría comunicación audiovisual en la Universidad de Medellín, sino comunicación social en Eafit, carrera con la cual me siento a gusto.

Aunque sabía que Eafit es una de las mejores universidades en el país, debo admitir que tenía ciertos prejuicios y estaba algo prevenido antes de empezar a estudiar, con cosas como el ambiente con el pensaba que encontraría y algunas otras que no vale la pena mencionar. De eso debo decir que en algunas tenia la razón, pero en general lo que he encontrado ha sido bueno y me ha gustado mucho.

El 19 de enero de este año inicié mis actividades como estudiante universitario. Desde ese día hasta ahora, lo que he vivido ha sido una de las mejores experiencias de mi vida, cosa que nunca dudé que sucedería. He conocido a mucha gente con la que tengo afinidades, he conocido también a muchos buenos profesores de los cuales he aprendido bastante, me he reencontrado con personas que no veía hace tiempo; el campus me ha parecido agradable y creo que además tiene la ventaja de generar un buen ambiente de estudio. Una de las cosas que más ha llamado mi atención es que la universidad cuenta con muy buenos recursos (como laboratorios, computadores, el centro multimedial, la emisora digital, la revista, entre otros), que facilitan el aprendizaje y la práctica para los estudiantes. De las materias puedo decir que me han encantado y me han ido “atrapando” cada vez más. Tengo la satisfacción de poder decir que he hecho una muy buena elección para mi futuro profesional y que día a día me enamoro más de mi carrera.

Al final (comentario sobre la pelicula)



El hundimiento


Este filme realizado en 2004 por el director Oliver Hirschbiegel narra los últimos días que pasó Hitler en su bunker de Berlín, antes de suicidarse junto con su esposa Eva Braun.

La película nos muestra el turbio y decadente ambiente lleno de desesperación que vivieron los miembros de la cúpula militar que estaban escondidos bajo las calles de Berlín. Nos muestra un Führer totalmente acabado, patético, debilitado y que además da claras muestras de locura, pues aún sabiendo que el ejército nazi ya estaba derrotado en todos los frentes, cree que la “victoria final” es posible, se niega a rendirse y asegura que sus tropas no pueden fallarle. Los oficiales que lo acompañan no saben como afrontar sus desvaríos y terminan entonces siguiéndole y haciéndole caso en todo. Su fanatismo es tal que sin importar lo incoherentes que fueran sus órdenes, las cumplían. Pero aún así la realidad es innegable y pronto se hace visible tras las gruesas paredes que recubren el bunker: el triunfo de los soviéticos sobre Berlín es inminente y la única opción para aquellos que se niegan a rendirse es el suicidio.

Es la primera vez que tenemos la oportunidad de ver una versión alemana de su penosa y terrible historia durante la Segunda Guerra Mundial distinta a las contadas desde el lado norteamericano que estamos acostumbrados a ver hechas por Hollywood.

Cabe destacar que Oliver Hirschbiegel le dio a la película un alto grado de objetividad y no da cabida a tergiversaciones que pudieron darse por las implicaciones emocionales de los realizadores -siendo alemanes-.

Uno de los aspectos que más disfruté al ver esta cinta, es el hecho de que fuera por completo hablada en alemán, lo que hace que la representación sea mucho más fiel y -desde mi punto de vista- demuestra respeto hacia uno como espectador, pues encuentro hilarante el hecho de que esperen que uno pueda cumplir con su parte del “pacto poético” y crea lo que ve, cuando le muestran a un Hitler que habla en inglés…

Otro aspecto que me parece fascinante es que cada uno de los detalles de la película fue cuidado, pensado y trabajado. Esto se logra ver en el resultado final, pues la recreación histórica, las representaciones de los personajes, la escenografía, toda la utilería, el guión ajustado e intenso que no deja cabos sin atar, los efectos especiales y la fotografía, entre muchos otros detalles, son impecables.

La escenografía por ejemplo, fue especialmente construida para la película. Es una réplica del verdadero bunker de Hitler que estaba ubicado bajo las calles de Berlín. Apostaron todo a la autenticidad y lograron un efecto impactante para los espectadores. Fue construido de tal modo que la cámara no tenía por donde moverse, siempre estaba en el medio. La iluminación fue natural debido a que el techo era fijo y no contaba con muchas posibilidades de instalar luces. Todo esto se combina y transmite un ambiente de claustrofobia que termina por tensionarlo a uno.

En cuanto a las actuaciones, la más destacada es la del actor suizo Bruno Ganz. Interpreta de forma magistral al Führer: su rostro que parece de hierro y con una expresión amarga, su mirada perdida y carente de alma, un constante temblor en la mano, un Hitler abatido y acabado con una inestabilidad mental visible. Todos estos elementos aportados por el actor, hacen parte de una interpretación notable y excepcional.

Un dato muy peculiar de la película es que para que el actor Bruno Ganz se pareciera a Hitler, tuvo que ser envejecido con ayuda del maquillaje. Lo que llama la atención es que Bruno en el 2004 tenia 64 años, y era de hecho mayor que el mismo Hitler, quien tenia 56 años durante los días finales en el bunker. Esto demuestra lo mal que estaba el Führer, lo agotado y derrotado que se veía.

La música hecha por Stephan Zacharias, con la cual fue ambientado el filme, es también una parte esencial ya que logra envolvernos en la trama y nos hace sentir las emociones que acompañan cada escena. Le imprime el dramatismo y la fuerza necesarios en cada instante. Sin la música, el filme no tendría en nosotros ese efecto atrapante y cautivador que tiene. Fue nominada al Oscar como “mejor película extranjera” y todas las críticas fueron buenas.

Después de haber visto esta cinta, pasó a formar parte de la lista de mis favoritas. Por su extraordinaria y genial producción, las magníficas actuaciones y caracterizaciones de todos y cada uno de los personajes, la intachable representación y fidelidad con las que fueron recreados los hechos y en especial por la actuación de Bruno Ganz, recordaré siempre y recomendaré sin pensarlo dos veces, esta maravillosa producción cinematográfica.


Daniel Valencia Yepes

Trayectoria



Daniel Valencia Yepes

Nació el 10 de febrero de 1990, en el seno de una numerosa familia antioqueña con arraigados intereses en la cultura: la literatura, la música y el arte en general. Vive con su madre y su padrastro –músico profesional- así como con dos hermanos menores, estudiantes también.


Su infancia se desenvuelve en un ambiente muy musical y desde temprana edad mostró su afecto hacia este arte. A sus nueve años, inicia estudios de guitarra, inicialmente bajo la enseñanza de su madre y su padrastro y luego con un profesor y por su propia cuenta. Además, hace relativamente poco empezó a estudiar Violonchelo, instrumento que siempre llamó su atención.


Es un apasionado de la historia, del teatro y de los idiomas. De la primera se ha encargado de estudiarla por sus propios medios, investigando, leyendo y preguntando al respecto. En cuanto al teatro se refiere, ha realizado algunos estudios en la Universidad de Antioquia con el apoyo de un tío suyo que es profesor universitario, director de teatro y dramaturgo. Además Daniel ha hecho algunas actuaciones en teatro y televisión y es además un estudioso de alemán e inglés.


Estudió el bachillerato en el Colegio Mater Dei y se graduó en el año 2008; es en el transcurso de esta etapa cuando descubre su gusto y afinidad hacia las Humanidades y decide entonces que quiere estudiarlas, viendo en la Comunicación Social y los lenguajes audiovisuales una gran oportunidad para hacerlo. Otra de las razones de peso que lo llevaron a hacer esta elección, fue la posibilidad de unir en una misma carrera lo artístico, lo crítico, lo literario y lo social con un fenómeno actual que cada vez tiene más fuerza e importancia: las comunicaciones.


Otros de sus intereses están relacionados con los viajes, en especial a los sitios históricos del mundo entero, estando Alemania entre las prioridades, además del Reino Unido, Argentina, entre otros.


En la actualidad, tiene muchas expectativas con respecto a la nueva etapa que inicia como estudiante universitario, con todo lo que conlleva un cambio como ése.