martes, 19 de mayo de 2009

Re-conociendo a Medellin



















Re-conociendo a Medellín

No fue un viernes como cualquiera. No hubo clase de seis de la mañana, como es usual, y en lugar de ello nuestro profesor de escritura nos llevó a visitar en la tarde uno de los lugares más tradicionales, representativos e históricos de nuestra ciudad. Hablo, por supuesto, del centro de Medellín.

Nuestro recorrido se inició en la antigua estación del Ferrocarril de Antioquia. Allí llamó mi atención de forma inmediata la belleza arquitectónica del lugar, el cual, a pesar de haberlo visitado en varias ocasiones y conocerlo bien, siempre tiene ese efecto sobre mí, además del atractivo que ejerce el saber que la historia del progreso de Antioquia se apoyó en esa monumental obra de ingeniería que es el ferrocarril. Es importante anotar que el ingeniero Francisco José Cisneros, cubano de nacimiento y colombiano de corazón, fue quien diseñó esta y muchas otras obras más de gran trascendencia para el desarrollo del departamento y de la nación.


Estando reunido el grupo al pie de la locomotora que es emblema del Ferrocarril de Antioquia, se nos acercó un señor de baja estatura y humilde en su apariencia, quien pasaba por ahí casualmente y al oír que alguien preguntaba por la edad de la locomotora, nos dio el dato (1944) y nos sorprendió gratamente al contarnos mucho más alrededor de la historia del ferrocarril; su actitud amable nos cautivó, al igual que lo hizo con nuestra atención. Esto nos recuerda de una manera tan clara y precisa que juzgamos a las personas por su apariencia, por la primera impresión que nos causa, sin considerar siquiera cuál clase de persona lleva por dentro. Elkin Álvarez Sánchez, el nombre de este amable personaje, el primero del grupo de personajes que encontramos en nuestra visita al centro y que sólo allí se halla.

Cruzamos hacia el Parque de las Luces, enfrente de La Alpujarra, parque que albergaba una feria del libro; allí, de pasada, vimos una amplia oferta de ejemplares tanto nuevos como antiguos y de todos los géneros.

Avanzando por Carabobo, saltan a la vista los tantos locales comerciales en donde se ofrecen artículos de cacharrería conjuntamente con alimentos, juguetes, cerámicas, ropa y un largo etcétera de cosas y cosas. Un actor callejero con su cara pintada de payaso, piropea a una de las compañeras con un comentario gracioso que la hace reaccionar con susto y risas al tiempo. Luego de hacer su interpretación con su chillona voz para todos los transeúntes, nos cuenta que lo hace para sobrevivir por hallarse desempleado actualmente.

Unos metros adelante, unos señores de avanzada edad tocan música con sus humildes y trajinados instrumentos para captar algunos pesos del público, situación que da tristeza porque evidencia la enorme pobreza que existe en un gran sector de la ciudad y lo que tienen que hacer tantas personas para sobrevivir cada día; tanto el payaso como los músicos son parte de la desigualdad social y la inmensa brecha entre ricos y pobres.

Nos trasladamos a la Carrera Bolívar y encontramos –por invitación del profesor-, al Salón Málaga, un lugar de gran tradición en la ciudad en el que se puede encontrar toda clase de colecciones: fotos antiguas, rockolas, una enorme colección de más de 7.000 discos de 78 rpm.(revoluciones por minuto), afiches autografiados de artistas que alguna vez visitaron la ciudad, además de tiple, guitarra y bandola, radios antiguos, unos tocadiscos hechos en Suiza e importados por la Universidad de Antioquia que los compró para su emisora. El dueño del lugar, don Gustavo Arteaga Ríos y su hijo, quien gerencia el Salón, nos recibieron cálidamente y nos contaron la historia del lugar, historia por demás muy interesante y que cuenta con el cariño de los amantes de la buena música. Supimos también, que ha recibido premios y reconocimientos como lugar de interés cultural e intelectual. Cabe mencionar que allí se reúnen en tertulias de diversa índole cultural muchos personajes de la vida nacional; para acudir a ellas y a las presentaciones cuotidianas de artistas locales –se prefiere el género del tango-, hay que hacer reservación con varios días de antelación porque los cupos se agotan rápidamente.



Luego de analizar con detenimiento todos los elementos hallados en la travesía por el centro de Medellin, descubrimos nuevas sensaciones, nuevos lugares que, por más que se haya visitado el Centro, no se han visto antes; la diversidad tanto cultural como social, esa mixtura de paisajes, personajes, sitios, texturas, olores y sabores, además del contexto comercial tanto formal como informal, nos trae una visión mucho más amplia de una ciudad que hay que vivir y entender desde todos los ángulos y orillas, no solo desde una perspectiva cómoda y personal.



Daniel Valencia Yepes

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